La cantante Marifé de Triana es conocida artísticamente así debido a que creció en el barrio sevillano de Triana (su verdadero nombre es María Felisa Martínez López, y nació en Burguillos, pueblo de la provincia de Sevilla). Cantante de copla (una de las grandes y para muchos la más grande), cantó entre muchísimas otras la titulada <<Me valga la Magdalena>>, cabe suponer que en alusión a la virgen de la sevillana Iglesia de Santa María de la Magdalena. En ella una <<pecadora>> (en el terreno de los pecados antiguamente llamados de la carne) pare a una criatura cuyo padre por lo visto no quiere saber nada de ninguno de los dos (se expresa el deseo de que nunca vuelva, así que cabe entender que el hombre al ver el panorama decidió ahuecar el ala). Y a ese padre la madre le dice irónicamente: <<no pases cuidado por>> el churumbel que me hiciste. Y es que ahí está ella, que se basta y se sobra para cuidarlo bien y convertirlo en un buen hombre (a diferencia de lo que son otros).
ESPAÑA. Marifé de Triana: “Me valga la Magdalena” (1960).
LETRA DE LA CANCIÓN:
Me valga la [virgen de La] Madalena [Magdalena]. ¡Ay, ay, lo grande que es mi sufrir! Que yo no tengo a la pena,¡ay!; que la pena me tiene a mí. Yo no pienso en la venganza, porque eso a mí no me va. Si he perdío [= perdido] la esperanza, qué me importa lo demás.
Pido a Dios.. Pido a Dios que nunca vuelvas. Que ya tú pa [= para] mí te has muerto. Yo pisé sin querer la mala hierba que sembrastes [sembraste] en mi huerto. El hijo que me ha nacío [= nacido] no va a pagar tu sentencia. Llevará mis apellíos [= apellidos], y allá tú con tu conciencia. Mas no será un desgraciao [= desgraciado], que yo lo haré un hombre bueno. Por él no pases cuidao [= cuidado], que el hijo de mis pecaos [= pecados] –¡ay, mis pecaos!– jamás te echará de menos.
Me valga la Madalena. ¡Ay, qué penita de churumbel! Que tiene mi piel morena y los ojitos como los de él. Velaré junto a la cuna su sueño de madrugá [= madrugada], no dejando ni a la luna que lo venga a despertar.
Pido a Dios.. Pido a Dios que nunca vuelvas. Que ya tú pa’ mí te has muerto. Yo pisé sin querer la mala hierba que sembrastes en mi huerto. El hijo que me ha nacío no va a pagar tu sentencia. Llevará mis apellíos, y allá tú con tu conciencia. Mas no será un desgraciao, que yo lo haré un hombre bueno. Por él no pases cuidao, que el hijo de mis pecaos –¡ay, mis pecaos!– jamás te echará de menos.